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jueves, 13 de marzo de 2014

ENCUENTRO DE CICLOVIAJERAS / Itacaré, Bahia. Brasil



Esta fue una situacion poco común, un encuentro especial. En un dia nos vimos juntas 5 cicloviajeras y aprovechamos para contarnos nuestras experiencias. Asi fue que Andres Fluxa realizo una cronica de este encuentro que queria compartir....

8 de enero de 2014, Itacaré, Estado de Bahía, Brasil. Encontrar a otros cicloviajeros en el camino es una emoción. Y sin son cuatro en un mismo lugar más aún. Como toda pasión tiene sus códigos. Así que compartir una cena con ellos, escuchar sus historias y recorridos brinda ese sentimiento de pertenencia grupal y esa sensación de que “no estamos solos” que por momentos parece perderse cuando pasan meses sin cruzar ni siquiera a uno.

Rafael Darrouy, 27 años, estudiante de Medicina, sufría de joven un problema de ansiedad llamado “Síndrome de pánico”. La solución que encontró fue mudarse solo a Canadá con 22 años para trabajar y plantearse un desafío de vida. Allí empezó a andar en bicicleta simplemente porque “todo el mundo andaba en bicicleta”. Cuando regresó a su ciudad en Brasil, Vitória, Capital del Estado de Espíritu Santo, fue atropellado por un auto. El conductor pasó sobre su bicicleta dos veces: marcha atrás y hacia delante. Ese accidente lo motivó a comprar una cámara Go Pro con el fin de registrar los problemas con el tránsito y publicar los videos en su página de Facebook “O ciclista capixaba” (capixaba es todo aquel que vive en el Estado de Espíritu Santo). La página creció tan rápido que no tardó en llegar una oferta para escribir una columna sobre activismo ciclourbano en un diario local. Su activismo fue tan bien visto por la población que fue electo en el 2013 como “Capixaba del Año” en la categoría “Innovación” por la Revista AG del Diario “A Gazeta”. Por otra parte también es un apasionado de los viajes en bicicleta. Su primer viaje fue corto, luego siguió otro un poco más largo y finalmente este, 1.200 kilómetros desde Vitoria hasta Salvador de Bahía. En su trayecto pasó por Itacaré y allí lo encontré.

Otro que andaba por ahí era Nacho, conocido también como “El Rasta” y más burocráticamente como Ignacio Alfaro. El primer viaje largo de Nacho fue en el 2008, partiendo desde Buenos Aires con el objetivo de llegar a Cuba para el 1º de enero de 2009 en el 50º Aniversario de la Revolución Cubana. Ahora, en este viaje, está recorriendo América Latina sin rumbo. Había comenzado con un experimento radio-musical que incluyó ocho transmisiones entre Uruguay y Brasil pero el peso excesivo del equipamiento que debía cargar quebró su carro y tuvo que vender todo. Para Nacho los viajes en bici le han cambiado la vida: “Me han dado un alimento que no he encontrado en otro tipo de experiencias, me han abierto los poros de la percepción y me han dejado más al descubierto el corazón. Viajo en bici por la esperanza que emana cada vuelta del pedal. Lo hago porque la bici se transformó en una máquina del tiempo con la que puedo desacelerar el ritmo frenético que propone la cultura del tiempo-dinero. Sin duda es para mi un ejercicio revolucionario para la liberación mental”. Para más información sobre sus proyectos y para seguir su viaje el lector puede entrar a www.hasta-cuando.com o a su Facebook “Lluviadeideas Dgp”.

Por último, la gran historia romántica.

Osvaldo Ferrari Hermann, 38 años, mexicano, comenzó a viajar por el mundo como mochilero y por cuestiones laborales a los 17 años. Su itinerario incluyó a todos los países de Europa, todos los de América con excepción de Estados Unidos y al menos 7 países en África y Asia. Pero cuando las vueltas lo devolvieron a México la pregunta fue clásica “¿Y ahora qué?”. Allí estaba la bicicleta. El proyecto que se propuso fue viajar por toda América desde México hasta Ushuaia ida y vuelta, bajando por el Pacífico y subiendo por el Atlántico: más de 40.000 kilómetros en 3 años. Pero no viajaría sin llevar un mensaje. Osvaldo creó una Fundación llamada “Dos ruedas por mi gente” (www.dosruedaspormigente.org). El objetivo de la Fundación es fomentar una serie de Eco-Escuelas en territorios marginales con el patrocinio de empresas y otras fundaciones. “Una escuela que esté enfocada a la ecología y a la información alternativa, una escuela en donde aparte de las clases que marca la educación básica de ley se den materias como Historia Indígena, Reciclaje, Energías Alternativas, Reordenamiento Forestal, Granjas Orgánicas y Artesanías Indígenas”. Pero la historia continúa.

Antes de comenzar el proyecto Osvaldo viajó en avión a Buenos Aires para visitar a sus hermanos (por parte del padre) por primera vez en su vida. En ese viaje fue invitado por un grupo de ciclistas para hacer una recorrida por Buenos Aires. Eran 101 ciclistas, 98 hombres y 3 mujeres. Una de ellas era María Jimena Maciel.

María Jimena era, hasta el momento que un mexicano con ideas extrañas se cruzó en su vida, una chica con una vida digamos que ordenada. Abogada criminalista, trabajaba como Oficial Segundo en el Tribunal de Campana, Provincia de Buenos Aires. Su equipo de trabajo tenía a cargo más de 3.000 expedientes que con suerte no crecían más pero rara vez bajaban. Su trabajo era tenso, extenuante física y psicológicamente, desde las 8 de la mañana hasta que las circunstancias lo determinasen. “Siempre tenés que hacer lo más urgente y tratar de que la pila no crezca. Se trabaja en un ambiente que la normalidad es el conflicto. Había causas que me afectaban mucho, como las causas de abusos infantiles que me generaban stress y no me dejaban dormir bien. En resumen, mi calidad de vida no era buena. Estaba muy cansada de todo”.

Cansada de todo se animó a imaginar otra vida junto a Osvaldo. Renunció a su trabajo. Dejó el departamento que alquilaba y vendió todo. Donó sus libros a una biblioteca. Sufrió el tiempo libre. Tuvo mucho miedo. Aguantó. Luchó contra reproches y vaticinios apocalípticos. Soportó opiniones y miradas inquisidoras. Confíó en Osvaldo. Volaron a México y desde allí arrancaron: México, América Central, Colombia, Ecuador, Perú, Bolivia, Chile, Argentina, Paraguay y Brasil por el momento. Cuando los encontré en Itacaré el cuentakilómetros acumulaba 34.000, los días juntos sumaban dos años, la sonrisa continuaba intacta y la pila de expedientes, allá a la distancia, es muy probable que mantenga la misma altura.

Segui su travesia hacia Alaska en: 

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